El solo hecho de navegar más de 23.000 millas (42.600 kilómetros) sin parar es ya un reto en sí mismo. A dos, el desafío se multiplica.
A bordo de un barco de 18 metros de eslora no hay posibilidad de escapatoria. Se comparten las alegrías, pero también los momentos de estrés. Hay que aprender a gestionar las emociones y sobrevivir a los altibajos propios y ajenos.
Y hay que hacerlo en un ambiente donde no hay lugar para comodidades. A bordo de los IMOCA 60, los navegantes tienen que ser totalmente autosuficientes. Comida de sobre, literas para dormir
y unas pocas mudas para tres meses
de navegación continuada. “Llevamos comida para 100 días, si con eso no basta…”, bromea el patrón del Spirit of Hungary Nandor Fa, a lo que su compañero, Conrad Colmanresponde: “Eso no nos preocupa, ¡seguro que nos sobra comida para dos semanas!”.
Los 16 navegantes de la Barcelona World Race dependen absolutamente de ellos mismos y de su embarcación en un recorrido por las latitudes más inhóspitas de la Tierra. Se enfrentan además a las condiciones más duras que la naturaleza puede deparar. Desde las desesperantes calmas ecuatoriales y el sofocante calor de los trópicos al frío más intenso y el peligro de los hielos, en el Gran Sur. Allí las borrascas se encadenan, las temibles olas piramidales amenazan continuamente barcos y tripulaciones y la humedad penetra hasta los huesos. Las condiciones agotadoras no dan descanso ni al cuerpo ni a la mente.
Pero de vez en cuando hay que desconectar. En sus escasos ratos libres, algunos aprovechan para ver películas, leer una novela o escuchar música. Didac Costa, del One Planet, One Ocean & Pharmaton, por ejemplo, embarcará unos cuantos libros digitales. “Seguro que no me llevo una novela de temática náutica –comenta el catalán-, pero aún no he decidido qué libros me llevaré”.
Al alicantino Pepe Ribes, que navegará a bordo del Hugo Boss, no le faltará música a bordo. Aunque solo la utilizará para dormir. “A veces, incluso, me pongo música aburrida, que no me gusta, para así dormirme antes”, explica Ribes quien a su vez asegura que cuando navega lo único que quiere es escuchar su IMOCA 60. “Es muy importante estar en conexión con el barco y conocer qué ruidos hace”.
Pero la Barcelona World Race es una regata, una competición en la que todos salen a ganar. Llevan el barco
al límite, buscan siempre la máxima velocidad. Los IMOCA 60 son bólidos de alta tecnología en los que todo está pensado para ir al cien por cien. Y, a dos, el ritmo deportivo es más intenso que nunca. Tres meses de navegación extrema sin parar.
“Cuando voy regatear no necesito ni música ni películas ni nada. La música la escucho en tierra. En el mar prefiero concentrarme y escuchar los ruidos del barco y del océano”, explica el barcelonésGuillermo Altadill, patrón del Neutrogena. Por el contrario, su compañero José Muñoz sí que se llevará música y películas. “Las películas, que sean comedias. No va mal cambiar el chip y echarse unas carcajadas”, comenta el navegante chileno. Y en su lista de música no puede faltar el grupo Los Prisioneros: “Son un icono del rock chileno”.
La Barcelona World Race es una gesta deportiva, humana y tecnológica sin parangón. A dos, sin escalas, al límite y en condiciones extremas. He aquí el atractivo de esta vuelta al mundo y la razón del magnetismo que ejerce entre los mejores navegantes del mundo, ya sean especialistas en regatas en solitario como en tripulación.