El Spirit of Hungary pierde su spi grande

La vela oceánica, a veces, es un camino pedregoso. Teníamos la mira subida, llevábamos izado el spinnaker y navegábamos con buen rumbo y con una velocidad que nos hacía sentir orgullosos. Sí, aún a muchas millas de nuestros competidores. pero nos sentíamos que estábamos de vuelta en la regata, teníamos las herramientas para hacer bien el trabajo e íbamos haciéndolo…

Subí al aparejo para confirmar que todo estaba bien con las drizas, y allí arriba me sentí como un rey: con el océano ante mí.

Imaginaros nuestra consternación cuando todo se vino abajo, zumbándonos las orejas. Navegábamos, a principios de la tarde, a unos 18.-20 nudos con Nandor a la caña, pasando gusto y con pleno control sobre el barco, cuando oímos un estruendo y la vela cayó dando tumbos y se hizo trizas bajo el barco. Vela mayor caída, salvavidas puestos y trabajando para conseguir recuperar las piezas, tirando de pesados fajos de material por encima de las líneas de vida al igual que hacían los pescadores con sus artes hace cientos de años. Algunos trozos de este desastre empapado recordar que antaño fueron velas y tomaron vida en las vigas de nuestras luces, danzando como fantasmagóricas apariciones sobre la superficie de la mar rizada.

Empapados, cansados y frustrados por nuestra pérdida, yo, no obstante, sentí que nos compenetrábamos como equipo de la única manera en que una situación de crisis te obliga. Tenemos otro spinnaker y en las condiciones apropiadas lo utilizaremos y volveremos a perseguir a los demás. Pero un pérdida inesperada como esta, que podría esperarse de otros materiales, hace que seamos aún más cautelosos y recelosos a la hora de levantar el pie del freno. Los equipos en cabeza que ahora están rompiendo la barrera del sonido también han sufrido fallos similares, pero durante los entrenamientos, con tiempo suficiente de respuesta para volver a la carga. Nosotros tendremos que hacer lo mismo pero las pérdidas se contarán en millas en la clasificación de la regata.

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